jueves, enero 12, 2006

De las transiciones y el Ser (1)

Hoy mi mano necia sucumbe ante el imponente vacío del blanco de esta hoja, quien emite miles de voces que atacan mi mente con su cacofónico murmullo que pide ser desenredado para lograr la armónica sinfonía de la catarsis que buscamos los locos al leer aquello que buscaba la escapatoria de la cabeza para plasmarse organizadamente, o no, en un papel.

Hoy, "Soledad" vino a visitarme, con su presuntuosa ausencia de todo y su majestuosa presencia de nada, de nadie...
Se apoderó de mi voz al querer hablarte, y enmudecí.
Inmovilizó mi mano al pretender acariciar tu rostro buscando los bordes y comisuras de tus labios con las yemas de mis dedos.
Abrió mis ojos cuando éstos quisieron encontrar tu mirada en un recuerdo arrinconado en la privacidad que regalan los párpados cerrados.
Y puso los sonidos necesarios para distraer mis oídos que buscaron tu voz y tu risa, tus palabras...
Se encargó de fabricar el entorno adecuado y el ambiente preciso para que nadie, ni el Sol, ni el viento, erizaran cada poro de mi piel y aceleraran mi corazón.

¿Pero, qué es esto? "Soledad" ha sido mi invitada de honor, he cuidado tanto de ella que no he permitido que se marche, tentadoras invitaciones la alejan por momentos, a veces más largos que eso, y yo vuelvo a incitarla a permanecer...
Sin embargo, hay ocasiones en que su presencia me colma, me olvido un poco de mis ganas de su compañía y quisiera alejarla, que me dejara llenar el vacío que ella ocupa; pero en esos momentos, es cuando ha insisitido en quedarse, en aferrarse a mí poniendo incluso barreras a aquellos que desearon alguna vez apartarla de mí, y finalmente lo logra.

¿Por qué he de ser yo el testigo, y a veces el motivo, de que vayas a otros brazos, en busca de otro amor y otros labios?
¿Por qué debo ser yo quien comprenda que debías irte?
¿A caso "Soledad" es tan imponente que te hace ver en mí un dejo de indiferencia y desánimo?

Podría ser que, siendo tal la importancia y alabanza que recibe de mi parte, ¡está adquiriendo una identidad propia!
Y esto debe ser imposible, pues su característica inexistencia lo hace todo tan ilógico y absurdo; creo que esa identidad tiene mi nombre y convertirme en ella ha sido toda una experiencia, me he aventurado en el mundo de lo sufrible; poesía, música, magia, viento, fuego, luz de Luna, calor de Sol, alba, atardecer, color, noche, estrellas, brisa, imágenes, utopías, fantasías, travesuras, transgresiones, aromas, texturas, tiempos, sueños, playas, café, lluvia, paisajes, viajes, decisiones y todo aquello capaz de echar a andar ese ingenioso mecanismo cuya resultante es traer al presente un recuerdo por breve o instantáneo que sea, y así desencadenar la reacción imponentemente fuerte y con la intensidad exacta que pone a flor de piel toda la sensibilidad existente.

Y sentirte, quien quiera que seas, como dueles en cada poro del cuerpo cuando siento cómo se hincha uno or uno desde la nuca recorriendo como espada helada cada milímetro de la espalda, estremeciendo brazos y piernas, para luego ser capaz, en ese estado, de sentir hasta el más leve roce del aire, la ropa y casi una mano extraña cuando tocan esa piel erizada, que obliga a cerrar los ojos e increíblemente encontrarte en esa pequeña obscuridad y suspirar... Ese sutil aire inhalado lenta, muy lentamente que de alguna embrujada manera huele a tí, llena de chispas y vida la sangre que permanece un instante... quieta, como suspendida, como evaporada... estática y tibia, para después romper en un torrente intrépido que obliga a cerrar los puños y encoger el alma, una lágrima, y otra, y otra más...

¡Por un momento existes ahí mismo!

Pero el recuerdo se desvanece al exhalar ese suspiro contenido...